El cerebro y los omega-3


Los más diversos tipos de alimentos, desde los repollitos de Bruselas hasta la mantequilla de maní y las papas, en algún momento se han preconizado como buenos para el cerebro. Pero estas recomendaciones pasan de moda y se olvidan. Ahora se comienza a imponer algo que realmente parece ser bueno: el pescado.

Ningún alimento ha ganado tanto prestigio basado en observaciones comprobadas, como el ácido graso de cadena larga omega 3. En particular el ácido eicosapentanoico (EPA) y el docosaexanoico (DHA), que se encuentran en gran cantidad en el aceite de pescado, ya sea atún o salmón. Todo parece indicar que el beneficio potencial es enorme, especialmente para la depresión.

En 1988, Joseph Hibbein, psiquiatra y bioquímico del National Institute of Alcohol Abuse and Alcoholism (NIAAA) en Bethesda, Maryland, notó que la depresión era 60 veces menor en países como Taiwán y Japón, donde la gente consumía mucho pescado, comparado con Estados Unidos y Alemania, donde el consumo era escaso. En general, notó que los países que consumían mucho pescado, las tasas de desordenes bipolares, la depresión post natal y las alteraciones afectivas estacionales, eran mucho más bajas.

Más tarde Hibbein y otros investigadores recolectaron muchas evidencias que demuestran que la ingestión de la omega-3 se correlaciona en relación inversa con la prevalecía de alteraciones depresivas y que proporcionándoles suplementos con omega-3 se reducen sus síntomas.

El cerebro es lo que se consume

Pero no tenemos que esperar estar clínicamente deprimidos para beneficiamos con estos ácidos grasos. Personas saludables con un bajo nivel sanguíneo de omega-3, tienen más posibilidades de tener cuadros depresivos pasajeros, o ser pesimistas o impulsivos, en relación a los que tienen valores sanguíneos normales de omega-3. Los resultados de estas investigaciones los presentó Sarah Conklin de la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburg, en Marzo recién pasado (2006), con motivo del Congreso de Denver, Colorado (New Scientist, Septiembre 23, pág. 48, 2006).

Hay que considerar que en la composición del cerebro, el 60% está constituido por grasas: Estas se ubican especialmente en las membranas que envuelven a las células nerviosas. Las grasas que consumimos cada día, influyen en la composición de las paredes celulares, y los omega-3 son componentes particularmente importantes. Está demostrado que en estas condiciones, según sean los componentes de diversos tipos de ácidos grasos de sus membranas estas sean más o menos fluidas y flexibles, facilitando que en presencia de algunos de ellos, las células reciban una mayor cantidad de señales externas. Esto porque cuando los neurotransmisores se unen con las proteínas receptoras de las membranas, estás cambian de forma, lo que se facilita si la membrana es más fluida. Desde allí se gatilla una cascada de reacciones químicas que ingresan dentro de las células. Mientras más fluida es la membrana, más fácilmente se propagan las señales al interior de la neurona.

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http://www.creces.cl/new/index.asp?tc=1&nc=5&imat=&art=2073&pr=