les dejo una cosita q escribi para un amigo docente, q tiene q hacer un acto en un colegio sobre el 24 de marzo
“Juan”
Juan tiene 55 años. Es psicólogo, vive en Buenos Aires, más precisamente en Moreno, tiene una hija, le gusta el mate cocido, lee todas las noches y fue militante durante la dictadura militar de 1976. Juan es un tipo bastante común, sólo que tenía esa costumbre tan de él de no poder callarse. Todo lo que piensa lo dice, y eso a lo largo de su vida le trajo muchos problemas. Ahora está caminando hacia la verduleria, tiene que comprar unas papas para hacer un guiso, y no piensa en más que en la hora de la cena. Tiene unas bermudas claritas, una musculosa azul, un pelo largo e imposible de peinar y una barba mal afeitada. “¿Hay alguien más común que Juan?” se pregunta la gente al verlo pasar. Juan, al ojo común, es uno más del montón. Lo que pasa es que ellos no saben que Juan fue torturado durante el golpe de estado del 76. La gente no tiene ni idea de todo lo que sufrió, él y su familia, por culpa de tener una “versión distinta de la realidad”, de ser un “zurdito”, un “nada”. En el fondo, él sabe que nunca va a poder olvidar todo lo que pasó. Cuando piensa en sus vecinos, mirándolo con asco porque escuchaba Sui Generis, porque tenía fotos del Che Guevara, porque fumaba porro de vez en cuando, porque le interesaba la antropología, porque reclamaba el boleto estudiantil o porque estudiaba psicología, Juan trata de olvidar. Su mente puede llegar a suprimir recuerdos, pero su cuerpo no. Su cuerpo está castigado, con diversas marcas de “picaneadas”, de torturas sin nombre, de atroces actos deshumanos, de huellas, de nombres, de ideas. Juan sabe que no tiene que pensar todo esto, le hace mal, la gente no lo entendería. Es por eso que decidió no figurar en Nunca Más, decidió no prestar juramento en el juicio a la junta, decidió reprimir todo, ocultar, simplemente esconderse, pero no se da cuenta de lo mal que le hace. Siendo psicólogo, no tiene la menor idea de a lo que lo va a llevar esta negación. En un momento, cuando Juan está por cruzar la calle, un Falcon verde pasa muy rápido, y lo roza. Juan se queda parado, pensando, sintiendo, tratando de formular un “por què”, piensa que las casualidades no existen, piensa que no podía ser coincidencia que justo él venía pensando en todo esto, y pasa el auto que tiñe sus más oscuras pesadillas. Pero al final, Juan niega con la cabeza. “No pasa nada, fue solo un auto” piensa, aunque en el fondo, sabe que no es así. Cruza la calle, con su cuerpo escrito por torturas, con su piel marcada por xenofobia, con sus ideales machacados, con su cabeza desaparecida. Y curiosamente, pasa un pensamiento rápido por la cabeza de Juan, quizá más rápido que el falcon verde que pasó hace un rato... Juan piensa “Algo habré hecho”. Qué equivocado está.
Esa misma noche, después de comprar la comida, mirar la televisión, cocinar, comer el guiso con su hija y ser un tipo normal, se recuesta en la cama, pensando en su esposa desaparecida en democracia, piensa en su vida, en sus mentiras, en lo que oculta, en el lado que no quiere mostrar, y a la mañana, Juan no despierta.
J. V.
“Juan”
Juan tiene 55 años. Es psicólogo, vive en Buenos Aires, más precisamente en Moreno, tiene una hija, le gusta el mate cocido, lee todas las noches y fue militante durante la dictadura militar de 1976. Juan es un tipo bastante común, sólo que tenía esa costumbre tan de él de no poder callarse. Todo lo que piensa lo dice, y eso a lo largo de su vida le trajo muchos problemas. Ahora está caminando hacia la verduleria, tiene que comprar unas papas para hacer un guiso, y no piensa en más que en la hora de la cena. Tiene unas bermudas claritas, una musculosa azul, un pelo largo e imposible de peinar y una barba mal afeitada. “¿Hay alguien más común que Juan?” se pregunta la gente al verlo pasar. Juan, al ojo común, es uno más del montón. Lo que pasa es que ellos no saben que Juan fue torturado durante el golpe de estado del 76. La gente no tiene ni idea de todo lo que sufrió, él y su familia, por culpa de tener una “versión distinta de la realidad”, de ser un “zurdito”, un “nada”. En el fondo, él sabe que nunca va a poder olvidar todo lo que pasó. Cuando piensa en sus vecinos, mirándolo con asco porque escuchaba Sui Generis, porque tenía fotos del Che Guevara, porque fumaba porro de vez en cuando, porque le interesaba la antropología, porque reclamaba el boleto estudiantil o porque estudiaba psicología, Juan trata de olvidar. Su mente puede llegar a suprimir recuerdos, pero su cuerpo no. Su cuerpo está castigado, con diversas marcas de “picaneadas”, de torturas sin nombre, de atroces actos deshumanos, de huellas, de nombres, de ideas. Juan sabe que no tiene que pensar todo esto, le hace mal, la gente no lo entendería. Es por eso que decidió no figurar en Nunca Más, decidió no prestar juramento en el juicio a la junta, decidió reprimir todo, ocultar, simplemente esconderse, pero no se da cuenta de lo mal que le hace. Siendo psicólogo, no tiene la menor idea de a lo que lo va a llevar esta negación. En un momento, cuando Juan está por cruzar la calle, un Falcon verde pasa muy rápido, y lo roza. Juan se queda parado, pensando, sintiendo, tratando de formular un “por què”, piensa que las casualidades no existen, piensa que no podía ser coincidencia que justo él venía pensando en todo esto, y pasa el auto que tiñe sus más oscuras pesadillas. Pero al final, Juan niega con la cabeza. “No pasa nada, fue solo un auto” piensa, aunque en el fondo, sabe que no es así. Cruza la calle, con su cuerpo escrito por torturas, con su piel marcada por xenofobia, con sus ideales machacados, con su cabeza desaparecida. Y curiosamente, pasa un pensamiento rápido por la cabeza de Juan, quizá más rápido que el falcon verde que pasó hace un rato... Juan piensa “Algo habré hecho”. Qué equivocado está.
Esa misma noche, después de comprar la comida, mirar la televisión, cocinar, comer el guiso con su hija y ser un tipo normal, se recuesta en la cama, pensando en su esposa desaparecida en democracia, piensa en su vida, en sus mentiras, en lo que oculta, en el lado que no quiere mostrar, y a la mañana, Juan no despierta.
J. V.