2 ¿Cuentos? cortos míos


Religiones

El taxista jubilado Nicolás Ortigosa desayunaba todos los días en un barcito enfrente de la barrera de San Antonio de Padua. Pero lo cerraron, después de casi treinta años de ir a tomarse un café con leche con medialunas y leer “La Nación”, ésta interrupción de su rutina, le significó una gran decepción.
Reaccionó en contra del mismísimo Dios, al que calumnió y después de tirar su crucifijo al suelo, se decidió a crear una religión.
Necesitaba algo que le pudiera dar una respuesta a algunos hechos que seguramente son insignificantes o parte del destino, pero que son importantes para alguien.
Dedicó toda una tarde a escribir unas especies de mandamientos (parecían el estatuto de una sociedad de fomento) que se sustentaban en mantener ciertas costumbres, vivir con pocas cosas, no mezclar dinero con religión y honrar a los ancianos; luego acondicionó su pequeño garaje para celebrar ahí la primer ceremonia, para la que repartió muchos volantes invitando a la gente el sábado a las cinco de la tarde.
Esperó a la gente con café con leche y medialunas.
Nadie asistió, como en Eleanor Rigby.


Extrañar

Se los comió una anaconda gigante.
Se comió a todos los habitantes de Salto da Branca, al norte de Brasilia,
en el Amazonas.Pero de a poco fueron reconstruyendo su pueblo, dentro de la enorme serpiente.Obviamente extrañaban el sol.
Pero la gente tiende a continuar su vida, aunque extrañe al sol, a sus padres o a su pueblo.



Gabriel Fara